Luché contra los videojuegos, luché mucho. Fue cuestión de tiempo y de ver su impacto positivo el que hiciera que cambiara de opinión poco a poco pero sin terminar de ceder del todo. Y aún no he cedido del todo, pero ya casi estoy «F». No tengo idea que es «F» pero Diego, un alumno desde hace cuatro años, intentó explicarme el significado, no sé si lo habrá entendido bien, pero quiere decir algo así como «fuera de combate».
Hoy mi hijo mayor nos avisó que a las doce tenía un torneo. Necesitaba que nadie utilizara la red en el lapso de las siguientes tres o cuatro horas. ¡Si, un torneo! ¡Claro, en línea!
A las siete de la mañana estaba conectado con la universidad cumpliendo con sus clases en línea que terminaron hacia las once. Inmediatamente se conectó con todo el equipo, cuatro chicos y él. Se conocen en persona tres de ellos, los otros dos son compañeros de viejas batallas y que encontraron buena sintonía entre ellos para trabajar en equipo sin siquiera verse la cara.
Avanzaron y llegaron al cuarto lugar. ¡Un éxito! Más de tres horas en los que escuchamos a nuestro hijo hablar por un micrófono, gritar de gozo, llamarle la atención a otro, dar indicaciones, celebrar el triunfo, lamentarse una derrota…
Yo perdí. Sigo entendiendo estas nuevas realidades.
– Los videojuegos son una de las nuevas formas de socializar. Les hace estar juntos a pesar de la distancia, comunicarse, divertirse y pelearse para luego volver a comenzar.
– No serán una forma perfecta de socializar, pero en esta época de distanciamiento físico, ellos estaban muy cerca. Se divertían, la pasaron muy bien juntos por tres horas o un poco más que estuvieron en ese «torneo».
– Los cinco son amigos. Esas formas extrañas de amistad que pueden surgir, una amistad en la red y que los une para enfrentar retos juntos.
carlosorellanaayala 