Área roja: entre la vida y la muerte.

Imagen tomada de la página de la Virginia Commowealth University

Los servicios de emergencia de los hospitales tienen un área especial que recibe diferentes nombres: área roja, cuarto de choque, etc. El fin es el mismo, independientemente de su nombre: la asistencia de emergencia a pacientes críticos que requieren acciones inmediatas cuyo objetivo es arrebatar de las garras de la muerte a esa persona.
Estos espacios están dotados con una serie de insumos de diverso tipo y que son de utilidad para librar esta batalla entre la vida y la muerte. Todo tiene que estar disponible, a mano.

Cuando un paciente entra al área roja, todo un equipo se moviliza a ese sector. La coordinación es perfecta y cada quien sabe con precisión sus atribuciones. Quien más las conoce es aquel que asume la coordinación del equipo, suele ser un médico de alta jerarquía por dos razones básicas: conocimientos y experiencia. Este personaje debe permanecer con el temple firme, la mente despejada para analizar información que va fluyendo a pasos muy acelerados y tomar decisiones oportunas y pertinentes. El margen de error existe, pero no puede permitirse el lujo de equivocarse. Su mirada se dirige al paciente, pero también a los monitores y a los miembros del equipo; escucha a todos y ve respuestas, interpreta datos, procesa algoritmos. Diseña diagramas de flujo, los cambia en la medida que recibe nueva información, a momentos va tomando decisiones en base a flujos dicotómicos, pero a momentos en base a diversidad de variables.

El momento más crítico para quien coordina el equipo es cuando le corresponde, durante maniobras de resucitación, decir una expresión terrible, cargada de gran peso moral y de muchos cuestionamientos: «¡Ya basta!» Todos obedecen, todo se detiene, es el momento en el que el coordinador asumió el puesto que solo le pertenece a Dios y la sensación, la experiencia y todas sus consecuencias son emocionalmente difíciles.

A pesar de sentirse interiormente destrozado, frustrado por haber perdido la batalla, debe volverse a todo el equipo y darles ánimos, algo que nadie hace con ella o con él porque se supone que es fuerte.

Usurpar el papel de Dios no es fácil, no deja ninguna satisfacción, es un vacío profundo lo que queda como huella y la imagen, aunque el tiempo pase, va quedando en la memoria guardada como momentos críticos que no se quiere volver a vivir.

¡Qué fácil es hablar de la muerte para quien no ha tenido que luchar contra ella! Los médicos luchamos por la vida, esto va dedicado a quienes tan fácil defienden la eutanasia, generalmente no saben ni de qué hablan.

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