Hoy (4 de febrero del 2020) es el 44 aniversario del TERREMOTO DEL 1976. La activación de la falla del Motagua provocó un sismo de mucha intensidad y larga duración, seguido de otros sismos también muy fuertes y varias réplicas menores. La madrugada nos sorprendió a todos, algunos nos levantamos de prisa para salvar nuestras vidas, otros no lo lograron y esa hora marcó su despedida del mundo.
Las 3 de la mañana con 1 minutos y unos cuantos segundos quedó marcada con dolor. La oscuridad no nos permitía ver la magnitud de aquel sismo mayor que 7.5 (epicentro próximo a los Amates, Izabal) con réplicas de entre 5 y 6 y epicentros a lo largo del territorio nacional. Solo después supimos que eran 23,000 nuestros muertos y más de 70,000 nuestros heridos.
A la salida del sol fuimos conscientes de la destrucción. Casas derrumbadas, carreteras destruidas, personas rescatando a sus heridos y buscando los cuerpos de sus muertos. Fosas comunes eran abiertas en los cementerios para depositar en ellos los numerosos fallecidos. Llorábamos nuestras pérdidas (en mi familia más de una docena, incluyendo mi abuelo materno, un hermano de mi madre, tíos y primos)
Desde los primeros momentos se puso al frente de la nación, como correspondía, el presidente de la República: Kjell Eugenio Laugerud García. ¡Guatemala está herida, pero no de muerte! Con ropa de trabajo le vimos movilizarse y asumir el liderazgo que el país reclamaba en ese momento. Ningún otro presidente ha asumido, con tal determinación, la ardua tarea de sacar adelante a un país destruido y de luto.
La ayuda internacional comenzó a fluir pronto, muy pronto. Esa solidaridad necesaria que nos compromete a los guatemaltecos a reaccionar en la misma forma como manifestación de nuestro agradecimiento.
Y aquí seguimos. Nos repusimos.
