
Lágrimas honestas de quien queda deslumbrado ante tanto conocimiento. De quien se siente abrumado ante la magnitud de información y de lo ilimitado de lo que parece necesario aprender. ¡Deberíamos ver más estas lágrimas honestas!
En este mundo lleno de expertos del autismo que creen saber mucho y en realidad saben poco, o nada hacen falta esas lágrimas humildes, esas lágrimas de quien reconoce sus límites y sabe que ante esta abrumadora realidad la posición más razonable es la apertura de la mente y el corazón, la permanente disponibilidad para aprender.
Deseo tanto ver más lágrimas como las de Irene.