El encéfalo es tan complejo, lo podemos coger con las manos pero no descifrarlo. Podemos verle al microscopio y conocer su arquitectura más íntima pero no sus secretos profundos.
Registramos su actividad eléctrica y la acción de neurotransmisores pero no la multitud de interacciones que a cada segundo ocurren por cantidades ni siquiera imaginables…
Está encerrado en la caja craneana, con límites anatómicos bien claros y definidos. Envuelto en meninges y rodeado de líquido cefalorraquídeo y a pesar de este enclaustramiento está abierto al mundo, a dimensiones que no alcanzamos a vislumbrar. Pareciera que nos conecta con un más allá que supera nuestra imaginación.
Accede a dimensiones que superan nuestras explicaciones y nos dejan impresionados de lo que apenas conocemos, no sé cuál sería nuestra reacción si nos revelara plenamente alguno de sus misterios.
¡Enamora! ¡Sencillamente enamora!
Despierta dudas, curiosidad, incertidumbre emocionante que motiva a buscar y buscar más aunque las explicaciones se resistan a ser escrutadas.
