
Muchos diagnósticos nos permiten elaborar un pronóstico en base a los datos estadísticos que conocemos. Con otros diagnósticos la elaboración de un pronóstico es aproximada y en algunos imposibles.
Establecer el diagnóstico ya es de por sí un acto complejo que requiere el análisis de muchos aspectos con diferentes grados de relevancia. Pero ir al pronóstico pues es un acto de audacia porque es una proyección al futuro, a la incertidumbre, a lo contingente.
En el área de aprendizaje y conducta, en el desarrollo en general, el establecimiento de pronósticos es complejo por varias razones:
- Trabajamos con un ser humano, vasto de por sí, complejo. No tan fácil de descifrar y medir.
- Este ser humano está sujeto a la expresión de su información genética, a las influencias epigenéticas y de factores ambientales (el humano no es solamente su genética). Y un elemento más que a veces no contemplamos desde la perspectiva del desarrollo: su libertad. La libertad no aparece en esa ecuación genética-ambiente, pero es determinante.
- En crecimiento, cambiante de por sí. Ocurren cambios dramáticos en corto y mediano plazo, a veces de un momento para otro.
- Reaccionan positivamente a cambios ambientales favorables, a las muestras de afecto y apoyo, a intervenciones sencillas o complejas (dependiendo de su necesidad).
- Etc.
Escribo esto ante la sorpresa que me ha causado el buen rendimiento de una niña en el consultorio. Una nena con un historial complejo, de esos historiales que invitan a proclamar casi como irrefutable e inapelable sentencia el más ominoso de los pronósticos… Pero no. Al ver su resonancia cerebral sentí un golpe fuerte en mi corazón, áreas extensas de gliosis en ambos hemisferios, una serie de quistes formados por fenómenos encefaloclásticos que sufrió en algún momento de su vida, huellas de lesiones desde el polo anterior al polo posterior de cada hemisferio cerebral. Pero acá estaba la niña caminando, hablando, interactuando, leyendo, escribiendo, contándome de su escuela en una interacción que no dejaba pasar desapercibido el hecho que había algo neurológico de origen lesional en el fondo de la situación, pero jamás mi mente llegó a vislumbrar la magnitud de eso que sospechaba.
¡Que tremenda capacidad de recuperación del ser humano!
Este día de consulta lo termino como todos los días, dando gracias a Dios por el privilegio de tener este trabajo. Pero hoy me voy con la activación que me deja algo que siempre he pregonado: con los niños no podemos ser pesimistas en nuestros pronósticos; con los pies bien puestos en la tierra, claro, pero el corazón bien metido en el cielo, el lugar desde donde se dirigen los milagros.
Y a mí me toca ver muchos milagros.
NOTA: imagen de Victoria Borodinova en Pixabay.
“Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración… La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón…” Padre Pío.
Doctor, que hermoso mensaje! A mi hijo nunca pudieron diagosticarlo, empezó de un día para otro con ataxia, al dia siguiente ya solo gateaba y presentaba nistagmus , ya no pudo hablar , ni controlar esfínteres ;solo tenia 2 años y medio, me dijeron era miller fisher y al paralizar sus pulmones el moriría.Todos sus estudios de laboratorio eran siempre normales y en los tacs nunca descubrieron nada, asi q decidieron tratarlo como encefalitis viral. La neuróloga acabó con nuestras ilusiones diciendonos q ella no nos garantizaba q mi hijo pudiera volver a caminar o a hacer una vida normal .Afortunadamente Dios es el q tiene la última palabra y de el depende todo …mi hijo hoy camina, corre, anda en patines y está en tercer año de primaria. El con mucho esfuerzo y para lograr q los niños lo entiendan se ha esforzado mucho en su lenguaje. Mi padre un dia q lo vió caer al piso e intentar levantarse ; me dijo, si el se aferra a levantarse…por que tu no?
Bendito Dios. Me alegro con usted. No podemos ser pesimistas cuando hablamos de niños.