A lo largo de mi experiencia como docente, he buscado construir una relación diferente con los estudiantes, diferente a la que se establece en otras instituciones educativas.
No es una tarea fácil, pero se ha emprendido entre aciertos y errores (ambos nos van formando y haciendo mejores).
Una relación (docente-alumno) que toma en cuenta varios factores:
1. Dar importancia a las personas
2. Reconocer la singularidad de cada ser humano
3. Sentirnos privilegiados por educar
4. Respetar los ritmos de cada uno, dentro de la medida de lo posible.
5. Otras
Dentro de estas otras quiero resaltar dos: PERDONAR y SABER ESPERAR.
PERDONAR: todos nos equivocamos y tenemos derecho a otra oportunidad, a rehacer nuestra vida a partir de la experiencia dolorosa de un error.
Muchas veces como padres pedimos para nuestros hijos segundas oportunidades, apoyos especiales, somos condescendientes cuando se trata de ellos. Sin embargo, algunas veces, cuando se trata de otros chicos, compañeros de nuestros hijos, los juicios pueden ser severos o implacables. Gracias a Dios no es así siempre o con todos, pero ocurre.
También nos ocurre a los profesores y necesitamos estar cambiando constantemente nuestros juicios o la imagen que hemos creado de nuestros estudiantes. No podemos dejar fija una imagen negativa.
¿Cuántas cosas nos perdona Dios a nosotros? Tenemos que dar espacio al perdón, siempre.
SABER ESPERAR: cada fruto madura a su tiempo. Saber esperar nos permite ver al botón convertirse en una preciosa rosa. Acelerar desgasta, cansa y no asegura nada.
«Despacio, despacio, que tengo prisa» dice una expresión muy popular que encierra en sí una gran verdad.
En resumen: para educar, construir una relación. El Amor es el fundamento de esa relación.
Hemos conocido profesores y padres de familia que no han entendido este proceder. Al final, se van. Me duele ver su partida, pero también entendemos que la misión es hacer lo mejor posible mientras tenga la oportunidad de hacerlo. Algunas veces sembramos y vemos la cosecha, otras veces solo sembramos y ya otro recogerá la cosecha.
Finalizo con el principio fundamental de la educación en el lugar en el que trabajo: «ANTES DE EDUCAR, SE AMA».