A veces nos fijamos solamente en cuestiones de sabores, texturas, colores y otros aspectos de los alimentos tomándolos como explicación para el rechazo de ciertos alimentos o la dieta restringida que tienen algunos niños con TEA.
Pero hay otras cuestiones que debemos verificar:
– Los estímulos sonoros o visuales del lugar en donde debe comer.
– La falta de seguimiento en ciertas rutinas relacionadas con la alimentación.
– Los olores del entorno, no de los alimentos.
– Los platos o cubiertos que usamos pueden provocar rechazo.
– El horario en el que se le ofrecen los alimentos.
– Las limitaciones que imponemos para permitir explorarlos en diferentes modalidades sensoriales: olerlos, tocarlos o probarlos.
– Etc.